El alcoholismo o trastorno por consumo de alcohol hace referencia a la agrupación de síntomas comportamentales y físicos, entre los que se encuentran la abstinencia, la tolerancia y el deseo intenso de consumo (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014). Es un trastorno que trae consigo numerosos mitos, al igual que muchas otras adicciones. Por este motivo, las personas que sufren la adicción son frecuentemente judgadas debido a la alta desinformación que hay acerca de este trastorno por consumo de sustancias (TCS).
A continuación, repasaremos cinco creencias erróneas acerca del alcoholismo:
1. El alcoholismo es falta de voluntad
Una de las creencias más extendidas sobre el alcoholismo es que se trata de una simple falta de voluntad por parte de quien lo padece. Sin embargo, esta afirmación es errónea y simplista. Para comprender la naturaleza del trastorno por consumo de alcohol, es fundamental analizar sus bases neurobiológicas y su impacto en el comportamiento.
El consumo reiterado de alcohol genera una activación intensa del sistema de recompensa cerebral, el cual está implicado en los mecanismos de refuerzo conductual y en la producción de recuerdos. Este proceso produce cambios neuroadaptativos en los circuitos cerebrales, los cuales persisten incluso después de la desintoxicación y contribuyen a la alta tasa de recaídas y al intenso deseo de consumo.
Además, estudios neurocientíficos han demostrado que las personas con disfunciones en los mecanismos de inhibición cerebral presentan una menor capacidad de autocontrol, lo que facilita el desarrollo de trastornos por consumo de sustancias y dificulta su abandono (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014).
Para una comprensión más profunda del alcoholismo, es imprescindible abordar el fenómeno del síndrome de abstinencia. Este se produce cuando las concentraciones de alcohol en sangre disminuyen y puede manifestarse a través de una serie de síntomas fisiológicos y psicológicos, tales como hiperactividad del sistema nervioso autónomo, temblores, insomnio, náuseas, vómitos, alucinaciones o ilusiones transitorias visuales, táctiles o auditivas, agitación psicomotora, ansiedad y convulsiones tónico-clónicas generalizadas. Debido al profundo malestar que estos síntomas generan, muchas personas recurren nuevamente al consumo de alcohol como un mecanismo de alivio.
La intensidad de estos síntomas hace que la interrupción del consumo de alcohol no pueda realizarse de manera inmediata en la mayoría de los casos. Por ello, se recomienda un abordaje terapéutico progresivo que incluya apoyo profesional y estrategias de deshabituación adaptadas a cada paciente.
En definitiva, el alcoholismo no puede reducirse a una simple cuestión de fuerza de voluntad. Se trata de un trastorno complejo con bases biológicas, psicológicas y sociales, que requiere un enfoque multidisciplinar para su tratamiento y comprensión.
2. Para ser alcohólico hay que beber todos los días
Si nos basamos en los criterios diagnósticos del DSM-5, se establece que «Se consume alcohol con frecuencia en cantidades superiores o durante un tiempo más prolongado del previsto«. No obstante, aunque el manual menciona términos como «consumo recurrente», «consumo continuado», «consumo frecuente» o «consumo intenso», no especifica una periodicidad exacta para el desarrollo del trastorno por consumo de alcohol.
Esto implica que el alcoholismo puede manifestarse en distintos patrones de ingesta: desde el consumo diario hasta el consumo esporádico en fines de semana o en ocasiones más espaciadas. La frecuencia no es el único factor determinante en la aparición del trastorno, sino también la cantidad ingerida y las consecuencias derivadas del consumo, entre otros factores.
Muchas personas consideran erróneamente que no padecen un trastorno por consumo de alcohol porque no beben a diario. Sin embargo, el diagnóstico no depende exclusivamente de la regularidad, sino de la pérdida de control sobre la ingesta y el impacto que esta tiene en la vida cotidiana.
Finalmente, es importante mencionar que una persona en proceso de desintoxicación y rehabilitación, que mantiene una abstinencia sostenida, sigue presentando el trastorno por consumo de alcohol. La ausencia de ingesta no implica una recuperación inmediata, ya que persisten cambios neurobiológicos y psicológicos que requieren un abordaje terapéutico adecuado.
3. Una persona alcohólica no es capaz de llevar a cabo sus responsabilidades
Volviendo de nuevo a los criterios diagnósticos del DSM-5, encontramos los siguientes puntos relevantes:
- Criterio 5: «Consumo recurrente de alcohol que lleva al incumplimiento de los deberes fundamentales en el trabajo, la escuela o el hogar».
- Criterio 7: «El consumo de alcohol provoca el abandono o la reducción de importantes actividades sociales, profesionales o de ocio».
Si bien estos criterios son frecuentes en personas con trastorno por consumo de alcohol, es fundamental comprender que el diagnóstico no depende exclusivamente de ellos. Para ser diagnosticado con este trastorno, una persona debe cumplir al menos dos de los once criterios establecidos en el DSM-5 y presentar un patrón problemático de consumo de alcohol que genere un deterioro o malestar clínicamente significativo durante un periodo de al menos 12 meses.
Por lo tanto, una persona puede padecer alcoholismo sin necesariamente experimentar una pérdida total de sus responsabilidades. Existen casos en los que los individuos logran mantener sus obligaciones laborales, familiares y sociales, aunque generalmente con un rendimiento deteriorado. Esto pone de manifiesto la diversidad de perfiles dentro del espectro del alcoholismo, donde algunos pacientes pueden experimentar un impacto más pronunciado en su funcionalidad que otros.
4. El alcoholismo desaparece cuando la persona cesa el consumo de alcohol
Es un error asumir que el cese del consumo de alcohol equivale a la solución del problema. Si bien abandonar la sustancia es un paso esencial en la recuperación, el tratamiento del trastorno por consumo de alcohol es un proceso prolongado que puede extenderse entre 2 y 5 años e involucra terapia psicológica, apoyo social y, en algunos casos, tratamiento farmacológico.
Las áreas cerebrales implicadas en la recompensa, el control de impulsos y el manejo del estrés continúan afectadas incluso después de la abstinencia, lo que supone un riesgo latente de recaída. Esto significa que, aunque una persona haya dejado de consumir, el trastorno persiste y requiere estrategias de afrontamiento a largo plazo planificadas por profesionales de la psicología especializados en adicciones.
Por esta razón, se recomienda que las personas en rehabilitación trabajen en terapia diferentes situaciones de riesgo, como la exposición al alcohol o eventos altamente estresantes, con el fin de prevenir recaídas y consolidar un proceso de recuperación sostenible.
5. El alcoholismo no es tan grave como otras adicciones
Este mito sobre alcoholismo está muy extendido en nuestra sociedad debido a que el consumo de alcohol está ampliamente normalizado en la mayor parte de países del mundo. Esto ha llevado a la creencia errónea de que su impacto es menor en comparación con otras drogas. De hecho, muchas personas no consideran al alcohol como una droga. Sin embargo, el alcohol es una sustancia altamente nociva que puede generar graves consecuencias en el organismo.
Su consumo prolongado puede afectar el tracto gastrointestinal (gastritis, úlceras, cáncer de esófago), el sistema cardiovascular (hipertensión, cardiomiopatía) y el sistema nervioso (déficits cognitivos, la amnesia grave, síndrome Wernicke-Korsakoff).
Además, la abstinencia alcohólica es, en ocasiones, más peligrosa que la de otras sustancias, ya que en casos severos puede desencadenar delirium tremens, un episodio agudo grave de delirios y convulsiones.
Debido a su amplia aceptación social, el alcohol presenta un mayor riesgo de adicción comparado con otras sustancias, lo que refuerza la necesidad de generar conciencia sobre su impacto en la salud pública.
Bibliografía
- Asociación Americana de Psiquiatría, Manual diagnóstico y estadístico de los tras-tornos mentales (DSM-5®), 5a Ed. Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2014.