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¿Qué es el síndrome de abstinencia?

Cuando una persona se encuentra en el proceso de recuperación de una adicción (a sustancias o comportamental), se enfrenta a numerosos retos físicos, psicológicos y sociales. Entre ellos, se encuentra el síndrome de abstinencia, un conjunto de síntomas que puede poner en riesgo la salud física y mental de la persona. Comprender el síndrome de abstinencia permite anticipar sus efectos y prevenir daño, así como acompañar de forma adecuada a quienes están atravesando el proceso de recuperación, ofreciendo una red de apoyo, crucial para el mantenimiento del tratamiento.

¿Qué es el síndrome de abstinencia y cuándo ocurre?

El síndrome de abstinencia es una respuesta fisiológica y psicológica del organismo ante la interrupción o reducción significativa del consumo de una sustancia adictiva, o en algunos casos, de una conducta adictiva. Se trata de un desequilibrio homeostático que aparece debido a que el cuerpo se ha acostumbrado y adaptado a la presencia continua del factor adictivo y experimenta una disfunción cuando este desaparece (American Psychiatric Association [APA], 2022).

Los síntomas varían según la sustancia o conducta implicada, la duración del consumo, la dosis habitual y las características individuales de la persona. En el caso de sustancias como el alcohol, la nicotina, los opioides o las benzodiacepinas, los síntomas pueden incluir ansiedad, irritabilidad, insomnio, sudoración, temblores, náuseas, taquicardia, alucinaciones e incluso convulsiones (Kosten & O’Connor, 2003). La abstinencia también puede desencadenar un fuerte deseo de consumir nuevamente, llamado craving, lo que incrementa el riesgo de recaída.

La gravedad del síndrome de abstinencia

El síndrome de abstinencia presenta una gran severidad, ya que en algunos casos puede ser potencialmente mortal. En el caso del alcohol, por ejemplo, el delirium tremens puede causar desorientación, alucinaciones visuales, hiperactividad autonómica y convulsiones, y tiene una tasa de mortalidad que oscila entre el 5% y el 15% si no se trata adecuadamente (Schuckit, 2014).

En opioides, aunque el síndrome no suele ser letal, su intensidad física es tal que las recaídas son frecuentes para evitar el sufrimiento. Por último, cuando se hace una interrupción brusca de benzodiacepinas, pueden aparecer crisis epilépticas graves, entre otros síntomas (Lader, 2011).

¿También ocurre en las adicciones comportamentales?

Aunque generalmente se asocia el síndrome de abstinencia a las sustancias psicoactivas (especialmente al alcohol), la evidencia científica nos muestra que también puede manifestarse en las adicciones comportamentales, como el juego patológico, la adicción a internet, al sexo o a las compras (Grant et al., 2010; Verdejo-García et al., 2021).

En estos casos, los síntomas de abstinencia son principalmente psicológicos e incluyen ansiedad, irritabilidad, insomnio, depresión, anhedonia y agitación. Esto sucede porque las conductas adictivas activan los mismos circuitos dopaminérgicos que las sustancias, provocando respuestas similares al suprimirlas (American Society of Addiction Medicine [ASAM], 2019).

Detección y seguimiento de los síntomas

La identificación temprana de los síntomas de abstinencia es esencial para prevenir complicaciones. Cuando una persona cesa el consumo de una sustancia o la realización de una conducta, el seguimiento debe ser constante durante los primeros días, al ser el momento en el que los síntomas alcanzan su pico.

Los familiares o personas cercanas tienen un papel clave al detectar signos de alerta, como cambios considerables en el estado de ánimo, alteraciones del sueño, sudoración excesiva, o episodios de descompensación emocional o física.

Importancia de un tratamiento especializado

El tratamiento del síndrome de abstinencia requiere un enfoque interdisciplinar. En ocasiones, dependiendo de la sustancia o conducta, puede ser necesario el uso de algunos fármacos como benzodiacepinas o antidepresivos, entre otros.

El abordaje psicoterapéutico es fundamental para reducir la sintomatología del paciente, sostenerle emocionalmente, reducir el craving y prevenir recaídas. Las terapias cognitivo-conductuales, la entrevista motivacional y los programas de desintoxicación supervisada son pilares del tratamiento (McHugh et al., 2010).

El papel del apoyo social

Son muchos los estudios que han mostrado que el apoyo social es un factor protector frente a la recaída y mejora la adherencia al tratamiento (Kelly et al., 2011). Cuando el entorno familiar está informado e implicado y es empático, puede contribuir significativamente al bienestar del paciente, ayudándole a tolerar mejor el proceso de abstinencia y reforzar su motivación al cambio.

La familia y amistades del paciente, además de acompañarle, deben participar activamente en el proceso terapéutico, asistiendo a las terapias familiares y aprendiendo estrategias de comunicación y límites saludables. Factores como la culpabilización, el estigma o la presión excesiva pueden entorpecer la recuperación de la persona.

Conclusión

El síndrome de abstinencia es una etapa crítica dentro del proceso de recuperación de una adicción, tanto por sus implicaciones físicas como emocionales. No es solo una reacción del cuerpo a la ausencia de una sustancia o conducta, sino una señal de que el organismo ha estado sometido a una adaptación profunda. Reconocer sus síntomas, abordarlo desde un enfoque profesional y acompañar con sensibilidad y conocimiento desde el entorno social, puede marcar la diferencia entre una recaída y una recuperación sostenida.

Bibliografía

American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed., text rev.; DSM-5-TR). American Psychiatric Publishing.

American Society of Addiction Medicine. (2019). The ASAM National Practice Guideline for the Treatment of Opioid Use Disorder: 2020 Focused Update. https://www.asam.org

Grant, J. E., Potenza, M. N., Weinstein, A., & Gorelick, D. A. (2010). Introduction to behavioral addictions. The American Journal of Drug and Alcohol Abuse, 36(5), 233-241. https://doi.org/10.3109/00952990.2010.491884

Kelly, J. F., Hoeppner, B., Stout, R. L., & Pagano, M. (2011). Determining the relative importance of the mechanisms of behavior change within Alcoholics Anonymous: A multiple mediator analysis. Addiction, 107(2), 289–299. https://doi.org/10.1111/j.1360-0443.2011.03593.x

Kosten, T. R., & O’Connor, P. G. (2003). Management of drug and alcohol withdrawal. New England Journal of Medicine, 348(18), 1786-1795. https://doi.org/10.1056/NEJMra020617

Lader, M. (2011). Benzodiazepines revisited—will we ever learn? Addiction, 106(12), 2086-2109. https://doi.org/10.1111/j.1360-0443.2011.03563.x

McHugh, R. K., Hearon, B. A., & Otto, M. W. (2010). Cognitive-behavioral therapy for substance use disorders. Psychiatric Clinics, 33(3), 511–525. https://doi.org/10.1016/j.psc.2010.04.012

Schuckit, M. A. (2014). Recognition and management of withdrawal delirium (delirium tremens). New England Journal of Medicine, 371(22), 2109-2113. https://doi.org/10.1056/NEJMra1407298

Verdejo-García, A., Alcázar-Córcoles, M. Á., & Albein-Urios, N. (2021). Neuropsychology of addiction: Current developments and future directions. Current Opinion in Behavioral Sciences, 38, 92-98. https://doi.org/10.1016/j.cobeha.2020.11.004

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